“Macho Güevara”
No piensen que me he equivocado al escribir el título del artículo y que éste iba referido al célebre personaje mitad argentino y mitad cubano conocido como Ché Guevara, no. Aquel individuo, de cuya muerte se acaban de cumplir treinta años, fue ensalzado en demasía - quizás por la leyenda – por ser un guerrillero con barba y boina calada; de aspecto muy viril, en suma. Pero la realidad de sus logros fue muy inferior a lo descrito por quienes están a su favor. Ni fue un buen estratega ni un buen ministro en el primer Gobierno de Fidel Castro, de quien fuera lugarteniente. Siendo como era un aventurero, se fue a Bolivia a seguir promoviendo la revolución y allí fue muerto por instigación de la CIA según parece.
Deseo referirme y dedicar este artículo al Juez Don Félix Alfonso Guevara, Magistrado que con escasa complexión física personal y con voz más bien atiplada ha demostrado cómo se debe lidiar con los terroristas y malhechores en ya múltiples ocasiones. El Juez Guevara es un hombre de los que se acostumbra a decir, por su apariencia, que es “poquita cosa”. No es dueño de un vozarrón bronco que pudiese acongojar a los acusados con su tono y su potencia. Es alguien que si nos lo cruzamos por la calle podría hasta pasar desapercibido o parecernos un humilde y triste trabajador de Banca o de cualquier oficinilla de mala muerte, sin más mérito que cumplir todos los días con su rutinario trabajo sin mayor pena ni gloria.
Pero el Juez Guevara los tiene bien puestos, a pesar de su escasa estatura. De ahí que le haya cambiado el apellido, para hacer referencia a sus “güevos”.
Sabe que representa a la Ley y que ésta le brinda el poder para hacerla cumplir. Y hace que se cumpla. Por las buenas o por las malas, pero aplica firmemente el dicho latino “dura lex, sed lex”.
Ya se había enfrentado anteriormente a destacados miembros de ETA, famosos por su vileza y fanfarronería, pero su actuación hace unos días ante los terroristas islámicos que habían pretendido volar la misma Audiencia Nacional dejó bien claro cuál y cómo es su carácter: Firme y decidido.
¿Que los maleantes se le encrespan y amotinan? Pues ni corto ni perezoso ordena que intervenga la Fuerza Pública y les obligue a permanecer sentados y en silencio. No será un hombre grande, pero sí es un gran hombre.
Desconozco cuál puede ser su ideología política, si es que la tiene, ni tengo el menor interés por averiguarlo. Tan sólo sé, por las escenas que vi en la televisión, que es una persona capaz y que sabe mantenerse en su puesto. Si es de derechas o de izquierdas carece para mí de la menor importancia. Lo que cuenta es su actitud cuando está ejerciendo su trabajo. Sabe que la Justicia le respalda y está de su lado e impone que se cumplan las Leyes.
¿De qué demonios pueden quejarse unos individuos que han matado o pretendido matar a ciudadanos inocentes por el mero hecho de pertenecer a otra Religión que la suya o por creerse de veras que el Estado Español está invadiendo por la violencia y la fuerza una parte de su territorio? ¿De que les aprieten las esposas o de que no les conduzcan al Tribunal en un vehículo más confortable? Pues que lo hubiesen pensado antes de cometer sus fechorías. ¡Suerte tienen que les ha tocado ser juzgados en un Estado Democrático! Hace solamente treinta y cinco años se les hubiese formado un juicio sumarísimo, sin ninguna garantía jurídica y seguramente se les hubiera pasado por las armas, - como ya sucedió en aquel entonces -, sin más contemplaciones.
Personalmente, me molestó mucho ver a esa gente - nacida a saber Dios sabe dónde pero desde luego no en España - encrespada contra el señor Juez. Ellos han venido a hacernos la Guerra Santa, como todos los días proclaman, ¿no? Pues son afortunados por no haber sido abatidos de inmediato en el transcurso de la misma.
Aparte de estas reflexiones, me pregunto quién les dejó entrar en nuestro país. Está clarísimo que el llamado “efecto llamada” de Rodríguez Zapatero ha tenido gran parte de culpa de que esto ocurra y de que haya crecido el número de inmigrantes, pero estos mal nacidos en particular ya estaban aquí desde antes; luego la culpa la debe compartir también el anterior Presidente del Gobierno, no toda se le debe achacar a ZP. Y, sin embargo, de eso no se habla estando como estamos enfrascados en la tan controvertida discusión de la Memoria Histórica ésa que lo único que va a conseguir es convertir en realidad lo de las dos Españas sobre las que hablara Antonio Machado.
Cuando era niño, en mi Colegio Calasancio había un niño guineano. Se le conocía como “el negrito” y, como siempre estaba riéndose, todos los demás chavales queríamos ser amigos suyos. Ni el racismo ni la xenofobia existían en nuestro país, salvo con los gitanos y porque ellos se preocupaban de diferenciarse del resto de los españoles. Ahora, con la masiva afluencia de extranjeros, - la mayoría de los cuales ha venido a trabajar honradamente, pero siempre hay desgraciadamente excepciones -, se ha dado lugar a que ambas odiosas conductas se manifiesten y crezcan. Y a que sucedan hechos como el de hace muy poco en el Metro de Barcelona, la agresión cometida por otro canalla a una joven ecuatoriana. ¡Y encima se va de rositas y hasta le ofrecen dinero para salir en televisión!
Quizás si el Juez Guevara hubiera llevado ese caso, la sentencia hubiera sido muy diferente; siempre ateniéndose a Derecho, pero contundente.
En fin, que a D. Félix Alfonso se le puede vitorear y aplaudir con razón con aquello de: - ¡Torero! Porque los tiene, como he dicho, muy en su sitio y hasta dudo si le cabrían en una taleguilla.
¡Bravo por él!
¡Hasta pronto!
lunes, 29 de octubre de 2007
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