viernes, 9 de noviembre de 2007

Juicio a Don Juan Tenorio

Primera parte: Los malandrines.


Las crónicas aseguran
que hubo un galán en Sevilla
experto en burlar mujeres.
Y en él se inspiró Zorrilla.

Pero también el gran Tirso
bebió de la misma fuente
y se inventó otra comedia
sobre aquel mozo, igualmente.

En ésta, más importante
papel tiene el convidado
a la cena que organiza
el malandrín desalmado.

Que, ante las burlas pesadas
del fanfarrón mozalbete,
le dio muerte con un golpe
de su pétreo guantelete.

El pucelano, benigno
lo fue más con su Tenorio.
Y en vez de al Infierno echarle,
le destinó al Purgatorio.

Mas la historia es conocida
y contarla no pretendo,
tan sólo les analizo
si Don Juan fue tan tremendo.

Para mí que en demasía
contó las damas burladas;
sus andanzas, aventuras
y muertos a cuchilladas.

Pues mucho matar parece
y de amores ni te cuento.
Me pienso que fue un gran timo,
que fue todo un gran invento.

Gamberros de aquesta guisa
en cualquier tiempo han vivido.
Y en todas partes del mundo,
sin cabeza y sin sentido.


Que entre Tenorio y Mejía
y otros más de su calaña
no hubieran dejado a nadie
virgen ni vivo en España.

Los mozos, dos pillastrones,
- casta que en el mundo abunda –
vivían para la juerga,
el buen vino y la coyunda.

Nunca dieron palo al agua
pues decían que el trabajo,
pudiendo vivir del robo,
les importaba un carajo.

Segunda Parte: Las damas.


De las damas, ¿qué me dicen?
Resultaban facilonas.
Mucho presumir de castas
y eran unas lagartonas.

Pronto marchaban al catre
- en concluyendo una carta -
para afirmar luego el pillo:
- ¡Adiós, que un rayo te parta! -.

Mucho rezo y mucha Misa,
pero en presencia del macho
trocaban celestial dicha
por de tal rima un empacho.

Muchos refajos y faldas
no eran barrera insalvable
cuando notaban de cerca
la presencia de un buen “sable”.

Yo no digo muy salidas,
pero un tanto sí lo estaban;
sería que las monjitas
muy bien no las educaban.

Pues que si hubiesen sabido
lo que las chicas de ahora
a Don Juan pronto dijeran:
- ¡Váyase, hidalgo, en buenhora!

¡Déjese ya de cartitas
y afloje presto la pasta!
Que o me paga dos mil euros
o no dejo de ser casta.

Pues tengo yo entre mis piernas
algo que vale un tesoro.
Cese de decir pamplinas
y esté su merced al loro.

Que a mí llamarme gacela,
linda flor o bien amada,
me trae más bien sin cuidado
si a cambio no obtengo nada.
-.

Y más corrido que un mono
Don Juan quedado se hubiera
y buscara el consolarse,
como a entender Dios le diera.

Pero se ve que eran tontas
las damas antiguamente:
Se les caían las bragas
por un verso solamente.

Y pienso decir muy poco
de la infiel de la Pantoja.
¡Casándose al otro día..!
¡Más que zorra se me antoja!

Tercera Parte: Conclusión



Y ésta es la historia, señores.
Con Ciutti como escudero
y el bribón de Boticelli,
listo y sagaz tabernero.

Pues bien que supo enredarles
para juzgar quién más era
fanfarrón y así venderles
peleón como Rivera.

Que ya lo dice el refrán:
“Adentro del laberinto
igual le sabe al borracho
el vino blanco que el tinto”.

Si estos mozos aún viviesen,
- con esa mente tan loca -
os aseguro, lectores,
que harían “kaleborroka”.

Hasta que un nuevo Centellas,
vestido de picoleto,
les midiera las costillas
y allí se acabó el sujeto.

Pues un pico y una pala
asentaban sus cabezas,
que trabajando de firme
no hablarían de proezas.

A Doña Inés, correctivo
severo por ser pazguata;
y a la Pantoja una esquina
donde no diera la lata.

Se lograra de esta forma
- a gritos lo estoy pidiendo –
ver en lugar del Tenorio
La venganza de Don Mendo.

Que por lo menos te ríes
y pasas ameno rato
oyendo las siete y media,
no escuchando a un mentecato.

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