A Isaías lo mataron
porque blanco fácil era.
Las manos tintas en sangre,
huye el “héroe” a la carrera.
El cuerpo queda tendido,
desmadejado, en la acera.
Llora su hija aterrada.
Y con ella, España entera.
¡Asesinos y cobardes,
mienten de forma rastrera
diciendo que son gudaris!
Mas usan otra bandera.
El pueblo vasco, valiente,
nunca fue de esa manera;
siempre luchó cara a cara,
nunca pecó de insincera.
Ayer le tocó a Carrasco.
Mañana muere cualquiera
que no comulgue con esos
hijos de chulo y ramera.
¿Hasta cuándo, Virgen Santa
ha de seguir la ceguera
de jugar al mus con ellos?
¿La mesa? ¡Una calavera!
sábado, 8 de marzo de 2008
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